La Conjetura de Poincaré fue una de las hipótesis
más importantes de la Topología, y dejó de ser conjetura para convertirse en
teorema
tras su demostración por el ruso Perelman en fecha tan reciente como 2006. El teorema afirma que «La esfera tridimensional (también llamada 3-esfera o hiperesfera) es la única variedad compacta de dimensión 3
en la que todo lazo o círculo cerrado se puede deformar
(transformar) en un punto». Este último enunciado es equivalente a decir que
«Sólo hay una variedad cerrada y simplemente conexa de dimensión 3, la esfera
tridimensional», o bien, «Cualquier variedad compacta simplemente conexa de dimensión 3 sin frontera es homeomorfa a la esfera». Compacta significa que la variedad no es ilimitada (en IRn compacto significa cerrado y acotado). Coloquialmente, una superficie es simplemente conexa cuando no tiene agujeros. Más rigurosamente, cuando cualquier curva cerrada contenida en ella puede deformarse hasta convertirse en un punto. Por ejemplo lo es la esfera pero no el toro.
Vamos
a explicar esto. La 1-esfera sería una circunferencia (x12+x22=r2) y la 2-esfera una esfera usual (x12+x22+x32=r2). Lo mejor es empezar viendo que la conjetura es muy
intuitiva en este último caso de dimensión 2. La superficie de un balón de fútbol, por
ejemplo, es casi un ejemplo de variedad de dimensión 2, una 2-esfera; lo
podemos manipular como queramos, dándole diferentes formas, pero sin romperlo,
y seguirá siendo una 2-esfera. Pues bien, el criterio para comprobar si una
variedad es una 2-esfera es muy sencillo: imagínese una goma elástica
tremendamente deformable apoyada sobre la superficie del balón; si la goma se
puede comprimir (sin salirse de la superficie) hasta ocupar un solo punto, y
esto en cualquier parte de la superficie, el balón es una 2-esfera, y se dice
que es simplemente conexa:
NOTA:
La 2-esfera es una superficie de dimensión 2 -es como la cáscara de una naranja
(sólo la cáscara, sin incluir el interior)-. También lo es el toro, esto es, la
superficie de un donut:
Estas superficies son bidimensionales porque (al menos localmente) podemos describir en qué punto de la superficie estamos dando dos números. Pensemos en la superficie de la Tierra, donde sólo necesitamos la latitud y la longitud…
El
problema es que ¡no podemos ver la 3-esfera! porque no vive en el espacio
tridimensional (su ecuación sería (x12+x22+x32+x42=r2), al igual que la 2-esfera no vive en el plano. ¡Ojo! Es un error
pensar que la 3-esfera es una bola rellena, es decir el cuerpo sólido que
encierra la 2-esfera. Esa es una intuición infundada.
Teorema (Clasificación de superficies): Las superficies cerradas de dimensión 2 son las siguientes: la esfera y los toros de género finito cualquiera (El género de una figura es el número de agujeros que tiene).
Cuando decimos que una determinada superficie es una esfera, entendemos que es homeomorfa a una esfera. Por ejemplo, que podemos deformar la cucharilla de la siguiente figura en una esfera:
Un homeomorfismo, en topología, es toda transformación continua que conserva la forma. Por ejemplo, una esfera y una cucharilla son homeomorfas, y también una taza y un donut; en cambio, una taza y una esfera no lo son.
El
problema de clasificar las variedades en el espacio usando como criterio de
clasificación el concepto de homeomorfismo
fue resuelto en el siglo XIX. Como hemos dicho arriba, la esfera es una
variedad de dimensión 2 (cada trozo pequeño de la esfera es un pequeño trozo de
plano ligeramente deformado), cerrada y simplemente conexa, y se estableció que
toda variedad de dimensión 2, cerrada y simplemente conexa es homeomorfa a la esfera. Dicho de otro modo: sólo hay una
variedad (homeomórfica) de dimensión n=2, cerrada y
simplemente conexa, y se trata de la esfera (y sus homeomorfos).
En topología, dos figuras son homeomorfas (es decir,
equivalentes) si una se puede obtener de la otra doblando, estirando,
encogiendo, retorciendo... pero siempre sin romper nada ni colapsar agujeros.
Es decir, para un topólogo una taza es igual a un toro (un donut):
Se
sabe que todas las superficies de dimensión 2 son topológicamente equivalentes
(la palabra adecuada es homeomorfas) a la 2-esfera,
o al toro, o al toro de 2 agujeros, o al de 3, etc.
La motivación de Poincaré fue seguramente por analogía con la dimensión 2, donde todo se entendía. Estaba buscando una propiedad sencilla que caracterizara el espacio tridimensional más simple, la 3-esfera. ¿Qué propiedad era esa? Volvamos a las superficies:
Si
dibujamos cualquier lazo (una curva cerrada simple, esto es, que no se corta a
sí misma) en la superficie de la esfera, podemos “encogerlo” hasta convertirlo
en un punto:
Pero
en un toro no siempre podemos hacer esto; por ejemplo, los dos siguientes lazos no
se pueden encoger hasta un punto de manera continua:
Y en el toro de género 2 (un flotador en forma de 8) también podemos construir estos mismos lazos, que no se pueden encoger hasta un punto. Y en el de género 3, etc.
Y
de hecho se sabe que esto ocurre para cualquier superficie que no sea la
esfera. Es decir, la propiedad de que todo lazo puede encogerse (continuamente)
hasta un punto, caracteriza a la 2-esfera.
Igual
que para la 2-esfera, todo lazo en la 3-esfera puede contraerse a un punto.
¿Qué
pasa con el recíproco? El recíproco es la conjetura de Poincaré:
“Si un espacio tridimensional tiene la propiedad de que todo lazo en ese
espacio puede encogerse a un punto, entonces ese espacio es topológicamente
equivalente a la 3-esfera”.
En efecto, en 1904 el matemático francés Henri Poincaré (1854-1912) (figura izquierda) conjeturó que el
resultado obtenido para la esfera n=2 del espacio de dimensión 3 tenía un
análogo para la esfera n=3 del espacio de dimensión 4. En otras palabras,
en el espacio de dimensión 4, toda variedad de dimensión n=3, cerrada y
simplemente conexa, sería homeomorfa a la esfera de
dimensión n=3. Pero Poincaré no consiguió probar su
conjetura. Tampoco ninguno de sus contemporáneos ni sucesores. Con el tiempo,
la conjetura de Poincaré cobró interés hasta convertirse en el problema abierto más notable de la Topología geométrica, con destacables
implicaciones para la Física. Más aún, llegó a convertirse en uno de los problemas
sin resolver más importantes de la Matemática.
Para dimensión dos ya fue demostrada en el siglo XIX. Para n=5, hubo de esperar hasta 1961, cuando lo hizo Erik Christopher Zeeman. Ese mismo año, Stephen Smale (1930- ) lo consiguió para n mayor o igual que 7 y, en 1962, John R. Stallings para el caso n=6. Los casos n=3 y n=4 se resistían y hubo que esperar a 1986 cuando, en lo que se consideró una hazaña matemática del estadounidense Michael Hartley Freedman, se consiguió demostrar el caso n=4. El problema es que, resuelto con éxito para todas las demás dimensiones, el caso original n=3, planteado por Poincaré, se resistía denodadamente a cualquier demostración matemática.
Su demostración
fue considerada uno de los Siete Problemas del Milenio
propuestos por el Clay Mathematics Institute en
2000, ofreciendo 1.000.000 $ por la solución de
cada uno.
La historia de este hallazgo ha sido
controvertida: Perelman anunció haberlo demostrado en 2002 a través de dos publicaciones en Internet.
Fuentes: «Ideas fugaces. Teoremas eternos». Navarro, Joaquín. Ed.
RBA, 2010